Thursday, April 9, 2009

Curbasá


Aparecí aquí, en la tierra donde nací, Nicaragua. Se suponía que el feriado de Semana Santa, lo pasaría en Nueva York, la ciudad que por diecisiete años clamé mi hogar. La gran manzana y yo, nunca hemos sido grandes compinches, nuestra frágil relación se describe mejor como un “amor indio,” o sea, un amor tosco, grosero, de carácter destemplado, donde el idilio nace y prospera entre trompones, patadas, haladas de mechas, y uno que otro mordisco. De ese sombrío “love affair” hay mucho que contar, sin embargo hoy no me voy a disparar con ese tema de atracción fatal, prefiero concentrar mi inspiración en una loca y repentina decisión que tomé cuando la melancolía y el antojo me supieron a playa, *jocotes y mangos en miel.

De California volé a Nueva York, era un viaje no por vacación sino por obligación, tenía frente a mi un compromiso familiar del cual no podía huir. El estrés, la inconformidad y la frustración de verme obligada a pasar una semana entera en esa ciudad me tenían al borde de un colapso nervioso, pero, para dicha mía, en menos de 24 horas logré cumplir con mi forzado compromiso y quedar en libertad de hacer con mi tiempo lo que me diera la regalada gana.

Llovía a cántaros, soplaba viento y hacía frío, y yo allí parada en una esquina de la 5ta Avenida luchando en contra de la sombrilla para no salir volando estilo la Mary Poppins mientras me disputaba en pleno “rush hour” un taxi con los feroces y atrevidos neoyorquinos. La situación, aparte de ser de índole mojada, era también saca músculos y revienta hígado. “¡Hasta aquí!” – dije en mis adentros. “¡Que se quede *Yeyo mojándose en esta caótica ciudad!” – añadí con irrevocable determinación.

La suerte estaba echada a mi favor ya que “Chusma Airlines” (nombre inventado por mi hijo John) tenía los boletos hacia el “polvasal” en especial. Con la rebeldía y la espontaneidad que me caracteriza, y olvidándome de la billetera que anda en crisis, dí un giro de 180 grados a mis planes y cuando caí en cuenta era que estaba otra vez sentada en un avión rumbo al sol y al calor. Decidí aparecer *“de-a-calleti” y darle la sorpresa a la Levy, mi madre, quien por cierto esta de cumpleaños esta semana. ¡Y aquí me tienen! ¡Matando a todos los pájaros de un solo escopetazo!

En Nicaragua, como en otros pueblos del mundo, la Semana Santa es significado de celebraciones, ritos religiosos y costumbres bien arraigadas a la idiosincrasia de cada lugar y sus habitantes. Nosotros los nicas somos bastante diversificados cuando de Semana Santa se trata. Muchos la ven simplemente como semana vaga, otros la toman en serio y siguen paso a paso el verdadero significado de la cuaresma, a otros ni les re ni les fa, y finalmente están los como yo, que optamos muy tranquilamente por el *curbasá de la ecuación. A mi me encantan las tradiciones, soy devota del fervor del pueblo, admiradora de las procesiones, catadora de los sabores, seguidora de los olores; no me incomoda la fe del prójimo, ni critico al ciego seguidor que carga a cuestas la pesada cruz del Señor. De la misma manera tolero las críticas del hereje, paso por alto el vicio del pecador, comparto la gula del insaciable, y me uno al empedernido andarín que no deja escapar ésta Santa ocasión para darse un buen baño de arena y sol.

Por ésta tierra todo sabe a Semana Santa, o son las frutas o es el postre, pero, hasta el viento que sopla polvo trae sabor a viacrucis. Es de sur a norte y de oeste a este que se venden en las carreteras los melones, la papaya, el níspero y la sandía, acompañados con canastas de aguacates que saben a mantequilla y yuca fresca que tienta al pagano a devorarse un delicioso *vigorón. En cada casa nicaragüense se ofrece de postre frutas en miel, son los jocotes, los mangos, las grosellas o el mamey. “Dieta” es una palabra que no se conoce en este país: hay pescado frito, *tamal pisque, quesillo y *tiste, ¡aquí no hay escasez! ¡no hay crisis!

Allá en las playas, la fiesta es sin parar. La gente huele a sol, suda sal, orina guaro y duerme la siesta en hamacas sin que las necias moscas y el sanguinario zancudo interrumpan su sueño holgazán. La costa se mantiene hermosa y caliente esperando a todos esos que se llegan a enjuagar en el fuerte oleaje que rompe en su mar. Los problemas y el estrés parecen desaparecer junto a la espuma blanca que juega a la orilla de la mar. La verdad es que no quisiera regresar al corre-corre de mi realidad. No te extraño Nueva York, ni te quiero California, ni tampoco me remuerdes la conciencia billetera, porque aquí estoy feliz comiendo curbasá en mi tierra.


*Curbasá = postre típico nicaragüense en tiempos de cuaresma que lleva de ingredientes: mangos, jocotes, grosellas, y mamey.

*Jocotes = fruta tropical de tamaño pequeño y semilla grande, que se asemeja a una aceituna. Puede ser de sabor entre ácida y dulce. De color verde cuando esta tierna o amarilla y roja cuando esta madura.

*De-a-calleti = calladamente.

*Yeyo = personaje de la fantasía nicaragüense.

*Vigorón = comida típica nicaragüense basada en yuca cocida, ensalada de repollo con tomate y chicharrón de cerdo.

*Tamal pisque = tamal de maíz mezclado con agua y hervido al vapor envuelto en hoja de plátano. No llevan sal.

*Tiste = bebida típica hecha de harina de maíz, cacao y azúcar.

4 comments:

silvia said...

Ala prima....hasta el más pintado se queda pálido con esta jocosa (no jocote, eh?) descripción!
Espero que disfrutés este spa de naturaleza exótica...y q no haya oportunidad de ningún cuentecito escabroso a merced de la mar!

Silvio Sirias said...

Yvel,

Encantadora pieza. El tono espontáneo se acopla a la perfección con el tema. Te envidio el escrito y la estadía en nuestra querida Nicaragua.

Silvio

stressnica said...

No te preocupes prima, que un dia de estos mi inspiro y dejo al desnudo el cuentecito aquel del "despojo" maritimo! jajaja!

Don Silvio, me honra saberlo merodeando por El Meollo. Gracias por su comentario.

dga1011 said...

Yummy