Friday, March 20, 2009

Los relojes del Correcaminos

Intoxicada de problemas, agobiada, hastiada, aburrida y sofocada por la tensión de las últimas semanas, hago mi aparición en éste blog arrastrando conmigo a mi fiel compañero y amigo: el buen humor. Interrumpo el silencio de El Meollo, para deleitarlos con una anécdota de esas que suelen suceder en un día de corre-corre cuando mi nivel de estrés anda en plena alerta roja.

Amanecí atarantada pensando que el día se perfilaba intenso. En mi lista de “to-do’” resaltaba la variedad: el banco, el supermercado, mi abogada, la oficina de correos, la “dry clean,” llamar a fulano y a sutano, y la cita con el dentista. Era día de lucir presentable, normalmente soy de las que prefiero vestir cómodamente a menos de que la ocasión amerite el sacrificio de las pantyhose, los tacones, el maquillaje y los *chirindujes con los que nos decoramos las mujeres. Resignada a lucir mas bella, elegí el ajuar que iba a modelar y seleccioné rapidamente la bisutería que haría juego con el color y estilo de mi ropa. Por lo general no le pongo mucho coco a estos asuntos femeninos, pero, esta vez decidí cambiar hasta de reloj, cosa que JAMAS acostumbro. Escogí uno de pulsera ancha color café, grande, mucho mas grande que el reloj plateado que uso a diario. ¡Combinaba perfecto con mi vestimenta! En tiempo record me bañé, lavé y sequé pelo, luego me pintarrasquié la cara, y de inmediato me vestí para finalmente adornarme con las joyas que tan acordemente había escogido. ¡Quedé di-vi-ne! Lo malo es que con tanto arreglo me había agarrado la tarde y tenía que correr si quería lograr ejecutar mi lista de mandados y estar de regreso en casa a eso de las 2:30pm.

La cita con el dentista era a las 10am, y como apenas eran las 9:20am aproveché para pasar como bólido por el banco, luego por la oficina de correos, después por la gasolinera. Faltaban 5 minutos para las 10 y la autopista se me hacía eterna, sin dudarlo llegaría tarde al dentista. Entré a su oficina con solo 10 minutitos de retraso, me disculpé con la recepcionista y de inmediato me pasaron para adentro. Ya sentada en la silla del juicio repasé la lista de lo que me faltaba por hacer y viendo el reloj pensé: “que no se lo ocurra a este maje hacérmela larga o inventar que me tiene que adormecer la encía y taladrar la muela. No tengo ni tiempo ni estoy de humor para quedarme con la jeta abierta indefinidamente.” Honestamente el doctor fue rápido, le dio una examinada a la muela, tomó una radiografía y me dijo que solo necesitaba hacerle un pequeño remiendo y que no necesitaría anestesia. ¡Que salvada! Volví a ver el reloj y eran las 10:40am. “¡Estoy haciendo buen tiempo!” – celebré mentalmente. El doctor terminó su trabajo a eso de las 11:15am, otra vez miré el reloj e hice cálculos: para ahorrar tiempo haré unas llamadas desde mi celular mientras estoy en el estacionamiento y después paso haciendo las compras por el supermercado. Con lista en mano compré a velocidad rayo lo que necesitaba y mientras hacía fila en la caja, le dí otra mirada al reloj: ¡ya eran casi las 12:40pm!

Me faltaba hacer la estación donde la abogada y recoger la ropa en la“dry clean.” Como la tintorería queda camino a la abogada, entonces aproveché y paré primero ahí. Había una clienta en el mostrador que se estaba tomando todo su tiempo mostrándole al dependiente hasta la última mancha de grasa que traía el vestido que estaba dando a limpiar. Para ponerle presión a la vieja de que se aligerara, me arremangué el suéter y miré mi reloj con ojos de Correcaminos mientras tomaba una actitud de obstinada. Finalmente me entregaron mi ropa y pude dirigirme a la última parada de la lista: la oficina de la abogada. Normalmente toma unos 15 minutos llegar a esa oficina, pero, cuando el tiempo apremia todo sale patas arriba y era de suponerse que iba a encontrar tráfico, lo cual convirtió el corto viaje de 15 minutos en uno de casi 30 minutos. Al entrar a la oficina me alegré de ver que la secretaria estaba en su escritorio y que no había nadie esperando, y sin perdida de tiempo le hice entrega de los documentos que llevaba. De lo mas atenta la muchacha me agarró los papeles y me dice bien nice “¡que linda su pulsera! ¿De que material esta hecha?” Muy creída le contesté que era de ámbar y en cosa de segundos le di todo el pedigree de la tal argolla: que me la acaban de regalar para mi cumpleaños el cual lo celebré en Alemania, que este tipo de pulseras están muy de moda en Europa, etc, etc, etc. Ya saben ustedes como se desenvuelven esas pláticas femeninas. La muchacha me escuchó con atención y cuando terminé de darle los detalles de mi regalo me pregunta con tono medio angelical: ¿y lo de los relojes también es moda europea?

Hubo silencio. Se podía escuchar el caer de un alfiler en aquella oficina. - "¡La Sangre de Cristo! ¡He andado haciendo el ridículo!" - exclamé horrorizada en mis adentros. Por culpa del corre-corre me había puesto juntos los dos relojes, el café y el plateado, y no me había dado cuenta apesar de que estuve verificando los minutos toda la mañana y parte de la tarde. No digamos que debería de haber sentido tansiquiera el estorbo de dos bultos que apretaban mi flaca y frágil muñeca. ¿Cómo es posible que mis ojitos no hayan mandado ese mensaje a mi ajetreado cerebrito? Azareada por mi torpeza y a la vez tratando de ocultar que ando mas loca que una cabra, dejé ir una carcajada, y le contesté a la señorita con un rescoldo de orgullo, que esa moda no era europea, sino mas bien el estrés que me borbotea.


Obsérvese la hora de regreso: 2:35PM
¡Beep-Beep! Correcaminos...

*chirindujes = palabra que usamos los nicas para referirnos a las joyas de fantasía

1 comment:

Silvestre said...

Es terrible el ritmo de vida en estos tiempos, de repente sabes que va a una reunión y estas tan pendiente y apurado, que se te olvidan los papeles ... pffff ni modo ... Salu2